CONSTANTIN BRÂNCUȘI, ESCULTOR
El beso (1910)
Mademoiselle Pogany (1913), bronce, 43.8 cm de altura. Nueva York, Museum of Modern Art. Entre 1913 y 1933, Brancusi volvió sobre este asunto diecisiete veces. Esta versión es la séptima. Es uno de los temas brancusianos más conocidos, cuyo motivo inicial se remonta a La Musa dormida de 1912 y se desarrolla luego en las cinco versiones de la Princesa X.
El neonato (1920), bronce, 14.6 x 21 cm, Nueva York, Museum of Modern Art. De este tema existen siete versiones que se terminaron entre 1915 y 1920. En la idea plástica de El neonato se retoma la de La Musa dormida y se liga a la solución deComienzo del mundo. El motivo de inspiración es la forma ovoide, primaria, símbolo de la génesis.
La columna infinita (1937), acero, 29.35 m, Tirgu-Jiu, Rumania, Jardines Públicos. Está emplazada en el centro de un vasto espacio y formada por elementos romboidales superpuestos. La primera versión data de 1918, las otras son anteriores a 1937. El conjunto de Tirgu-Jiu fue dedicado a todos los campesinos caídos durante la Primera Guerra Mundial.
La mesa del silencio (1937), piedra, plano de la mesa 215 cm de diámetro, 35 cm de espesor, base 35 cm, los doce asientos 55 x 45 cm, Tirga-Jiu, Rumania, Jardines Públicos. Esta obra forma parte del sugestivo conjunto monumental de Tirgu-Jiu. A la izquierda, fluye tempestuoso el río Jiu que viene de la montaña y da su nombre a esta villa.
La negra rubia (1926), bronce, altura 40 cm, Nueva York, The Museum of Modern Art. Existen seis versiones pertenecientes al mismo año. Otras cuatro esculturas análogas, ejecutadas entre 1924 y 1926, se titulan La negra blanca. Al igual que laMuchacha sofisticada, de 1928, esta escultura quizás no esté exenta de cierta divertida malicia.
Constantin Brâncuși nació el 19 de febrero de 1876 en Hobița, Rumania y falleció el 16 de marzo de 1957 en París, Francia.
Brancusi, el vuelo de la materia
Constantin Brancusi tradujo el oficio de escultor de la inocencia y la pureza de las formas primitivas a los módulos figurativos de la tradición europea, y lo modernizó. En sus manos, madera, piedra y bronce fueron verdad. Por ellos resbalaban geométricamente los elementos cósmicos; de ellos emanaba un sentimiento trágico de la vida.
Brancusi vivió una existencia difícil, llena de terribilità y furore, que en la soledad de su estudio fue capaz de transformar en gentilezza, exquisita dulzura y provocación. En su amor a las formas, encontramos al gran escultor abstracto del siglo XX, el único que rechazó la propuesta de estudiar con Auguste Rodin, a quien admiraba profundamente: "A la sombra de un gran árbol", dijo, "no crece nada".
Brancusi nació pobre, trabajó en los oficios más extraños -tintorero, monaguillo, lavaplatos, fabricante de violines-, vivió casi toda su vida en París pero consiguió el reconocimiento en Estados Unidos gracias a la intuición del mecenas John Quinn.
Brancusi (Hobitza, Rumania, 1876-París, 1957) relaciona la materia con lo eterno. En sus esculturas, el objeto comienza a ser indagado en su estado más profundo hasta que se despierta lo que en él dormita como posibilidad. Es en el proceso donde toda la obra de Brancusi adquiere un carácter casi religioso. Como manifestaciones de la naturaleza, piedra y madera contienen algo de su misterioso poder, como en los ídolos africanos, que no son obras de arte sino objetos sagrados que expresan la potencia creativa de su hacedor. El material es espíritu, y en la lucha para encontrar su forma definitiva, el artista llega a poseerlo. Hablamos del aspecto menos conocido en la obra de Brancusi, la del tallista popular que aprendió su oficio siendo pastor, en los montes Cárpatos, muy cerca de su aldea natal. "La obra de arte", dirá más tarde, "requiere mucha paciencia y por encima de todo una decidida lucha contra el medio".
La obra de Brancusi es generosa porque invita al espectador a usar la imaginación.
"Yo no esculpo pájaros, sino su vuelo".